Hay una señora llamada tristeza a la puerta,
Vigila cada uno de mis movimientos.
Reduce cada vez más mi espacio, me limita.
Hace ya varios años que me sigue.
Desconozco quien impuso la sentencia.
Me niego a pensar que fue Él, el omnipotente,
Pues solo bajo su cobijo encuentro descanso.
Algunas veces la señora está tranquila,
Descuida un poco su vigía y puedo entonces
Asomarme a la venta…
los rayos del sol iluminan mi cara…
pero se da cuenta y antes de que esboce una sonrisa
en mi rostro ya inexpresivo y atrofiado
Me reprende.
Me recuerda mi lugar en el camino.
Yo, impotente, obedezco.
Cuando tristeza se enoja
mis días se oscurecen y se cierran mis sentidos.
No oigo, no veo.. interiorizo y lo único
que puedo sentir es el leve latido de mi corazón
que amenaza con parar… cada "bum, bum" hace eco
y pareciera que la presión interior fuera a hacer que estallase
Esparciendo mis entrañas por todas partes.
Intolerable…
Mi mente comenzó un complot contra la señora tan temida.
Una daga.. una bala de plata.. una estaca...
Denme el instrumento que ha de robar su último suspiro.
¡Alto! La escucho…
ha entrado y cerrado la puerta.
Mi respiración se agita… siento sus dedos fríos en mi cuello..
Me asfixia.. 58, 59, 60…
Me suelta bruscamente y regresa a su sitio.
No pude asesinarla
¿será acaso que ella y yo somos lo mismo?
Hay una señora llamda tristeza a la puerta…
Que me está condenando al olvido.
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